Hay un código natural en las rosas.
Texto raíz de Rosa en tiempos de Invierno.
Esta serie surge durante el invierno madrileño del 2018/2019 a veces pienso que como una premonición.
En la calle Buenaventura 1 de Madrid está ubicada la Basílica de San Francisco El Grande, ésta está construida sobre un terreno que se le ofreció a San Francisco de Asís para pernoctar durante su paso por Madrid en el año 1214. Ella nos ofrece hoy, en uno de sus laterales, a veces sucia porque sigue siendo sitio de pernocta para necesitados, una rosaleda hermosa y grande. En estas rosaledas advertí una ley natural que se da en las rosas, esta observación fue la base, la chispa reflexiva, a partir de la que pude elaborar el cuerpo de trabajo ‘Rosa en tiempos de invierno’ (2019). En la rosaleda de San Francisco observé, sorprendida, que lo que fueron flores, en la cálida primavera, eran en pleno invierno esferas bellas, coloradas, frías y duras, helados frutos preñados, en el momento más difícil, de semillas. Luego supe que las semillas de las rosas, para poder activarse en su exacto tiempo -sabe Dios cuando- debieron haber pasado por el duro invierno, de no ser así serían semillas infértiles que no podrían germinar, y por ello no podrían esparcir la información esperanzadora de la rosa que será. En nuestra querida Venezuela la rosa crece gracias a la ayuda del buen hombre que planta con habilidad un esqueje de rosa directo en la tierra, esperando que con atenciones, ese tallo, que parece muerto, retoñe. Para las obras del cuerpo de trabajo ‘Rosa en tiempos de invierno” fuimos a fotografiar, con cuidado y frío, estas finitas esferas encarnadas contra el infinito cielo azul de Madrid y luego, en esta laboriosa tarea que tanto me gusta, cosí y reflexioné escribiendo sobre lo mucho que esta poética de la ‘Rosa de invierno’ puede significar para nosotros los venezolanos. De ello dan fe las obras del cuerpo de trabajo que se expusieron en una muestra individual, mayo 2019, en Carmen Araujo Arte (Hacienda La Trinidad, Caracas, Venezuela) y unos libros auto-editados en Madrid, confeccionados a mano, que recogen imágenes de las obras y la transcripción de todas sus notas manuscritas. Por otro lado, en el convento de las Carboneras del Corpus Christi, también en Madrid, en el centro del retablo mayor hay un cuadro de Vicente Carducho (1576- 1638) que representa una última cena, esta última cena es, a diferencia de la mayoría, vertical. En este cuadro lo más bajo representado es un animal, un perrito inactivo y lo más alto es la luz que emana activa de Jesús, luego la nada, el vacío. Entre el perrito y Jesús está la mesa y sobre ella un mantel blanco e inquietantemente planchado a la prensa, formando notorios dobleces cuadrados que me fascinaron desde un principio, pues me hicieron sentir la ternura, el cuido y el amor que Vicente Carducho infundió al momento de la última cena. Este doblar y desdoblar siguió conmigo al salir del convento, y así comencé a pensar que no solo la vida se expresa contrayéndose y expandiéndose, sino que hay experiencias que dejan marcas que son como dobleces. Entonces decidí trabajar el doblez en las obras de ‘Rosa en tiempos de invierno’ pensando que en invierno, tiempos oscuros, es un contraerse y el verano tiempo de luz es un expandirse y que la vida se desarrolla en una tensión dinámica entre ambas puntas del mantel.
| Cuerpo de trabajo que consta de cuatro collages a pliego y sus cuatro escaramujos |
Sintiendo este invierno contraído que a veces padecemos los exiliados y sabiendo que en el 2020 está contemplado que la depresión sea la segunda causa de discapacidad laboral a nivel mundial (OMS) y pensando que la depresión es como un hueco, un hundirse y que su contrario es una cima, un elevarse por la acción, he pensado en mostrar las preñadas Rosas en tiempos de invierno.
[Sin saber que venía la pandemia, que es un invierno peor]
Cuando hay tan poco sol que pareciera que toda vida se repliega, las rosas nos enseñan que en el fondo, como plegadas, ya están todas las semillas.